En efecto, no sólo de baloncesto vive el hombre -dice el refrán- … o la mujer. También disfrutamos fuera de la cancha. Quizá menos, pero lo hacemos lo mejor que podemos, intentando poner de nuestra parte tanto empeño y esfuerzo como nuestras hijas lo hacen en la cancha. A fin de cuentas, hemos de dar ejemplo. Y hablando de ejemplos, valga, por ejemplo, el esfuerzo realizado por el conjunto junior (al decir conjunto hablamos de madres, padres, abuelos, hermanos, tíos … de las jugadoras y ellas mismas, que son las verdaderas preotagonistas) en diciembre de 2018, que organizaron una cena a la que las jugadoras asistieron elegantemente ataviadas, como la foto deja al descubierto. Son «sesiones» sociales que nos ayudan a coger fuerza para animar a nuestras hijas con más ímpetu, si cabe. Son jornadas que dejan una huella inolvidable. Ver a nuestras hijas aguantando a sus padres con esa sonrisa, es realmente tan gratificante como un triple sobre la bocina que te da una victoria.